Seguir despiertos
Estuve sentada en la esquina de un sol negro,
terminé junto al rostro de papel que me enviaste.
Ahora estoy a tu lado entre olvido, la lluvia sigue siendo
mi espejo y tu sonrisa se mezcla con la desgracia
del café a esta hora: tres de la tarde, amargas
heridas que ambos llevamos entre manos.
Llevo el licor de sangre que guardamos en las noches,
cuatro gotas de voz y campanas de sal.
Sigo sin entender el coro que van dejando las flores
marchitas de luz.
Sigo fúnebre, entre besos de balada, mariposas de tango,
cartas de lunes y los cigarrillos que en las noches apagas con al mano.
Esta ingenua forma de llorar juntos hace que pierda la paciencia
que llevo atada a los ojos.
Quizá sea ese sol que te comenté al principio o alguna manera
de seguir pintando cielos en la pared, escuchando las voces
de la música que bailan en aquel salón, deja eso para después,
esto es solo imaginación que va en trenes de un mundo real.
Shirley Romero