Silencio infructuoso
La pared está cubierta por tu aroma,
esta vez un aroma a soledad descontrolada.
Vestiré este día un vestido negro
como si fuese domingo y dejando pasar
las horas mientras mi retorno descansa
en la cama y mi cuerpo posa sin aliento
en la pared te dejaré hablar.
Estaré mirando aquellos libros de sal
que guardabas en el parque,
junto a la candela roja que tanto escondías.
Este recuerdo te lo dejaré junto a la fuente
donde podíamos ver las estrellas bañarse
algo inquietas en ella.
Regresaré antes de que las auroras derramen
pétalos de abril en mi suelo.
Ten presente que mi furtivo silencio
estará acompañando tus malos y buenos
momentos, sirvo más en los malos porque siempre
guardo ese silencio que va guardando
mis propios pesares al llorar.
Quisiera que te lleves de mi muerte lo mejor,
que la guardes en la voz y dejes una silla abandonada
en mi infranqueable habitación hasta que puedas entrar y sentarte
ahí esperando que mi suave suspiro tome asiento
y se permita hablar consigo misma.
Me encontraré en algún momento de rigurosa
desolación donde tus manos sean mi paz
y mi mirada pueda ser leída por el sollozar del alba.
Corresponde mi llamado esta vez, seguiré intranquila
hasta que tu corazón haga un camino y talvez el mundo
no sea tan grande y tal como lo imagino cruzar de frente
con el dolor y cantarle día a día.
Me enfrentaré a la vida y con mi rostro iluminado te dejaré
partir hasta no verte en mi camino y ese aroma a soledad
se impregne hasta que el cielo se muera en mi pecho
y tus lágrimas se vuelvan ingratas ante la desgracia
que has marcado en el camino de mi silencio infructuoso.
Shirley Romero