He rosado esta noche
las horas más dolientes de la luminaria.
Ha emergido esa gota de aire
que le gusta posarse en mi mano
para poder escribirte
desde esta ciudadela
que está en mi propia habitación.
No he podido escribir,
esta noche las horas no son mías
y te pienso, humano,
desde aquí te pienso.
No eres solo uno o un millón,
eso lo sé;
la vida me lo ha enseñado
tan solo un poco,
he aprendido a no llorar por lo que debo
y a sonreír cuando maltratan mi nombre.
Soy solo yo,
una joven alejada,
una sombra perpetua
posada en esta aurora.
Soy solo yo entre estas dulces horas.
Shirley Romero